Me parece muy interesante la relación tan estrecha y a la vez tan autárquica que tenemos algunos españoles con nuestra querida lengua. Quizá sea una mezcla de tradiciones culturales y por consiguiente lingúísticas.
Hoy mismo, sentado en el autobús, he sido testigo de una de las conversaciones más extrañas y a la misma vez más comunes del panorama idiomático que me circunda:
En el autobús muchas veces queremos preguntar al conductor alguna cosa, pero como no queremos molestar, lo hacemos [recordáis: las técnicas de mitigación, http://www.leeds.ac.uk/linguistics/WPL/WP2000/Davies.pdf] de una forma sutíl. Hablamos con voz baja (para que no se entere mucha gente), con un tono que nos recuerda más a caperuita roja que a una persona real etc.
Bueno, pues, esta tarde además de todas estas técnicas de mitigación internacionales me he dado cuenta de que en el sur de España tenemos una más que es: no terminar las frases.
Por lo que he podido averiguar esta técnica se centra en no terminar las frases ya que:
1) La persona que debe responder interrumpe antes de que la persona que pregunta haya terminado.
2) La persona que habla no pretende (en lenguaje coloquial son muy normales las interrupciones) terminar la pregunta porque espera ser interrumpida.
3) La persona que pregunta, al no terminar la frase, da el poder en la conversación mayor a la persona que tiene que responder (mitiga la pregunta) ya que esta puede interpretar con más libertad la pregunta y responde más o menos a lo que quiere.
4) Todas las anteriores llevan a la implicatura de que no queremos ser irrespetuosos y que estaríamos muy agradecidos de que nos hiciera el favor.
La conversación ha sido la siguiente:
Una mujer se adelanta, mientras el autobús de línea está parado en una de las paradas previstas, desde la parte de atrás hasta cerca del conductor, y dice:
— mmmmmm...—dice la señora— podría usted...es que me viene mejor un poco más...si no le importa...sí...detrás de...bueno, más adelante...
—Bueno, yo nunca...es que normalmente...bueno, pero baje rápido—responde el conductor .
Mi alegría y mi sorpresa es que estas dos personas se comprendieran exactamente y además se creara la implicatura de la petición educada.
Llegados a esta punto podríamos decir, bueno, pero, ¿no sería más económico, rápido, claro y más correcto decir directamente "por favor" en un tono normal y no tener que pasar por la agonía de la voz baja, la cara de corderico degollao entre otras formas de concesión linguística?
Bueno, pues aquí quería llegar yo. Los españoles somos un pueblo que, en su mayor parte nos avergonzamos de ser educados y de hablar con propiedad en situaciones públicas [para no imponernos, supongo]. Tenemos grabado [quizá algún compañero sociólogo pudiera estudiar convenientemente desde un punto de vista histórico ésto] en nuestra consciencia colectiva [en el registro coloquial de la lengua, esto es] la conveniencia de no disturbar a la persona que tiene en práctica la situación bajo control con un lenguaje correcto y debemos usar entonces otras medidas de mitigación que puedan justificar la necesidad de nuestra petición y la imposibilidad de evitarla, aunque sea con los ojos llorosos.
En estas ocasiones las máximas de cantidad, calidad, relación y manera de Grice, cobran un cierto valor añadido.
José